Autora:
Virginia S. McKenzie
Editorial:
Titania, 2017
Rústica
con solapas / ebook, 352 págs.
Autoconclusivo
Género:
Romántica, Contemporánea, Realista
Hannah tenía un futuro prometedor en aquello que más
amaba: la danza sobre hielo. Una meta por la que había luchado junto a
Nicholas, su mejor amigo y compañero, durante los últimos diez años. Hasta que
el error de otro le demostró lo efímeros que pueden ser los sueños.
Mikhail hace mucho que olvidó lo que era disfrutar al
salir a la pista. Es más, tras la lesión que lo obligó a retirarse del patinaje
artístico, creyó que nunca tendría ocasión de recordarlo. Sin embargo, el
destino parece dispuesto a darle la oportunidad de volver a competir y, sobre
todo, de cumplir una promesa grabada con tinta en su cuerpo. Claro que para
ello tendrá que convencer a Hannah de que juntos pueden lograr grandes cosas.
Para ambos, luchar por un nuevo comienzo significará
tener que hacer frente a sus heridas emocionales, porque solo si son capaces de
curarlas encontrarán la manera de vivir y amar sin fronteras.
Esta novela era una de mis grandes
pendientes desde que se anunció su publicación y ha sido una de esas ocasiones
en las que a pesar de apresurarme por tener el libro, el tiempo va pasando sin
poder hacerle un hueco decente y merecido para conocer a una autora a la que
sentía muchas ganas de leer. Si no me equivoco, es la primera publicación de
Virginia S. Mackenzie y aunque habitualmente soy muy cauta con las primeras
novelas (ojo, publicadas, que no tiene por qué se la primera escrita), algo me
decía que podía confiar plenamente en esta autora, aunque fuera mi primer
contacto con ella y no tuviera ninguna referencia previa. Suelo tener buen
instinto y en esta ocasión me alegra mucho decir que la historia también ha
estado a la altura de las expectativas que me había marcado junto al estilo de
Virginia.
Para empezar por el principio, el
primer capítulo de la novela es uno de los más potentes que recuerdo y te deja
con el corazón en un puño pensando que tú aquí habías venido a leer una
historia de algodones rosas muy blandita. Pues sí, pero no. De entrada, tenemos
a dos patinadores de competición, Hannah y Nick, que además de compañeros en la
pista de hielo tienen la enorme suerte de haberse criado juntos y ser el mejor
amigo el uno para el otro. Una noche de fiesta la tragedia les asalta y trunca
la carrera de Nick, que se vuelve un amargado y resentido con el mundo entero
en general y con su mejor amiga, en particular. Mientras, Hannah no encuentra
la manera de seguir adelante con su vida y su carrera de patinadora profesional
y que Mikhail Egorov, uno de los mejores patinadores del mundo y su sueño de
adolescente, le proponga ser su nueva pareja en la pista no ayuda para nada a
que la culpabilidad remita. Cuando todo su entorno la convence (y también que
el tal Egorov resulta ser un acosador insistente de campeonato), Hannah acepta
continuar con sus entrenamientos junto a Mikhail, que pasa a ser simplemente
Misha.
Hasta aquí podría ser más o menos la
premisa de una novela de la que solo esperaba una bonita historia de amor con
la danza sobre hielo como trasfondo y ni una cosa ni la otra, sino que ha sido
eso y muchísimo más, sin aparentarlo. Para empezar, ni siquiera es solo la
historia de amor de una única pareja porque, siendo justos, los protagonistas
de esta novela son cuatro y ninguno es más importante ni menos relevante para
la trama que otro. De hecho, casi me indigna que Nick no aparezca también en la
sinopsis oficial de la contraportada junto a Hannah y Misha, para qué mentir.
Hannah tiene que lidiar con la sensación de que está traicionando a su
compañero de toda la vida al continuar con su carrera profesional mientras que
Nick es la otra cara de esa moneda, con su amargura contra el mundo, sus ganas
de hacer daño a todo el que le rodea por su nueva situación, que no quiere
aceptar, y viendo además cómo Misha ocupa su lugar en el hielo. Por su parte,
Misha también arrastra sus traumas del pasado y le impide abrirse del todo a Hannah
y la verdad es que su historia personal es la peor de las tres, la que me ha
emocionado más y la que me parece más profunda. Por todo ello, a mi modo de
ver, los tres son personajes principales que tienen su peso en la narración.
Por algo los capítulos están narrado en primera persona por cada uno de ellos y
se van alternando para contarnos la misma historia desde tres puntos diferentes
de vista, con todos los matices que van teniendo su relación entre todos ellos
y respecto a su nueva vida como patinadores.
Porque así es, el patinaje es el
cuarto protagonista. O para ser más exacta, la danza sobre hielo. Directamente
no habría novela ni motor personal para los protagonistas sin este cuarto
engranaje de toda esta maquinaria de sentimientos. Desconozco si la autora
tiene una conexión o experiencia personal con esta destreza deportiva y
artística. Sin embargo, la sensación que transmite es de una profesionalidad
increíble a la hora de haberse documentado para transmitir tantísimos datos
técnicos, coreográficos y del mundillo del patinaje sin que nos resulten
abrumadores y, al mismo tiempo, para que nos hagamos una clara idea de la
complejidad que hay detrás de este ámbito deportivo y no solo a nivel de
competiciones internacionales. Se muestran muy bien todas las inseguridades, la
presión a la que está sometidos, su ritmo de vida tan exigente para mantener el
nivel profesional y seguir siendo jóvenes con vidas “normales”. Este aspecto de
la novela le da una profundidad muy realista a la construcción de los tres
personajes, porque el patinaje como elemento argumental les aporta más
conflictos personales que los que nos daría una mera historia de amor con sus
puntos de tensión, ya que hay algo más que les importa tanto como el amor para
ser felices.
Como comentaba al principio, no
tenía ninguna referencia acerca del estilo de Virgina S. Mackenzie y había
evitado leer ninguna opinión al respecto por lo que toda la impresión que me he
llevado de ella me viene de nuevas. Y no sé si ha sido una sorpresa porque la
verdad es que, de alguna manera, esperaba la calidad narrativa que me he
encontrado. Tiene momentos muy distendidos y otros más profundos, pero en general
utiliza la tensión en los momentos clave, de forma que hasta el mismo final
hay asuntos pendientes por resolver. Además, también hay muchísimas alusiones a
la actualidad friki, a películas y novelas juveniles y la mayoría de las
conversaciones son divertidas y con un punto muy fresco de sarcasmo, algo de lo
que personalmente disfruto un montón. Así que, a pesar de haber sido un drama
romántico, es una novela con muchas reflexiones positivas y un tono
esperanzador.
8/10
En otras palabras, ha sido una
historia con muchos momentos emocionantes, tanto divertidos como angustiosos,
que he leído con una sonrisa con las ocurrencias de los personajes o con el
nudo en la garganta cuando la cosa se ponía tensa. Tiene una dosis justa de
misterio en las historias personales de algunos personajes, con bastante humor
en cada diálogo y con mucho amor, cariño y amistad. Esto ha sido sin duda la
clave para que me haya hecho sentir tantas cosas a la vez y el principal motivo
por el cual creo que es una buena novela para cualquier tipo de lector y no
solo para los habituales de la novela romántica. Si de algo me arrepiento ahora
mismo es de haber tenido esta novela en mi estantería tanto tiempo sin haberla
leído antes.
¿Conocíais a la autora o su
novela?
¿Os gustan los romances con
trasfondo deportivo?