Autora:
Lorena Pacheco
Cuando el guapo y millonario jefe de Raquel, con el
que además se acuesta, le pide que vaya a un pequeño pueblo de Alemania con la
misión de abrir un nuevo hotel, ella no puede negarse.
Pronto se dará cuenta de que aquello no se parece en
nada a su amada Barcelona. No le quedará más remedio que aprender a lidiar con
animales de granja, lugareños de lo más pintorescos y el insufrible encargado
de las obras, dispuesto a sacarla de quicio a la mínima ocasión.
Los tacones de Raquel no están hechos para pasearse
por el culo del mundo, pero esta chica con carácter y sin pelos en la lengua no
se rinde jamás. Le espera una experiencia que pondrá a prueba su fortaleza,
pero que la ayudará a encontrarse a sí misma. Porque a veces es necesario
llenarte de mierda para conseguir lo que quieres.
A estas alturas
seguro que a nadie que lleve un tiempo por aquí le sorprenderá ver de nuevo
a Lorena
Pacheco entre mis lecturas. Ya son unas cuantas las novelas que he leído
de ella (me atrevería a decir que todas las que tiene publicadas) y actualmente
está dentro de mi top de autoras preferidas desde hace varios años. De hecho,
esta es la tercera vez que leo Mierda en
mis tacones y en esta ocasión he podido disfrutarla en forma de lectura
conjunta aprovechando que acaba de salir la conclusión de la trilogía. Han
pasado ya varios años desde que descubrí a Lorena de casualidad (bendita
casualidad) y me llena de orgullo y de toda la emoción de una lectora primeriza
cada vez que la veo sacar a la luz una historia más con esa misma ilusión que si
acabara de empezar su carrera de escritora. Todo lo que pueda decir de sus
novelas se quedará corto así que seré breve: LEEDLAS. Pero si sentís curiosidad
por esta historia en concreto, podéis seguir leyendo esta opinión libre de
cualquier spoiler y si lo que os
llama es conocer su bibliografía, podéis ir directamente al final de la entrada
para ver las portadas de sus novelas enlazadas a las reseñas en este mismo
blog.
En esta primera
entrega de la trilogía "De Mierda" la autora nos regala una de las
mejores protagonistas que he tenido el placer de conocer: malhablada,
malcriada, caprichosa, soberbia... y resulta que hay que quererla. Raquel es el huracán
cosmopolita que llega a un apacible pueblo germano para reconvertir una
maloliente y cochambrosa granja en un lujoso hotel rural porque al cretino de
su novio (y jefe) se le ha ocurrido mandarla al culo de Alemania como avanzadilla del
nuevo proyecto de su multimillonaria empresa. Cuando el jefe de obras se le
pone por delante, la destrucción en kilómetros a la redonda con este choque de
personalidades arrolladoras es inminente. Sin embargo, poco a poco Burke la va metiendo
en el ambientillo campechano, rodeada de animales y lugareños, y la antigua Raquel se baja de sus altísimos
tacones para ver un poco del mundo real y cercano que le ofrecen sus nuevos
"compañeros de trabajo" tan alejados del glamour de la gran ciudad. Burke es todo lo contrario a ella: tranquilo, apacible, se toma la vida de forma relajada, es considerado y amable, e inevitablemente le va dando lecciones a Raquel desde la condescendencia, pese a que la chica le planta cara con todas sus fuerzas. La
relación que se va estableciendo entre los dos tiene unas bases tan sólidas desde el principio que
apenas somos conscientes de la evolución del personaje principal hasta que ya
es tarde: la pija de los tacos y los tacones nos cae irremediablemente genial.
Sin grandes contextos ni dramas, todo transcurre en la más absoluta cotidianeidad. Para mí esto es uno de los puntos fuertes de la autora, que sabe sacar una gran historia de las situaciones más normales, con personajes de lo más realistas y con premisas muy simples. Es más, lo que le ocurre a Raquel (que es la premisa de la historia), podría pasarnos a cualquiera: que por motivos de trabajo de repente nos envíen a donde Cristo perdió el mechero y que resulte ser todo lo contrario a nuestro hábitat natural. Raquel tiene el atractivo de ser una solvente mujer capaz de llevar negocios por su cuenta y de levantar lugares con reclamo turístico de la nada. Segura de sí misma, sin pelos en la lengua, con la sensibilidad de un cactus y acostumbrada a la buena vida. Vamos, que me ha robado el corazón con su desparpajo y su capacidad de adaptación. En este sentido, creo que más de uno se sentirá muy identificado con esta protagonista y podrá empatizar fácilmente con todo lo que piensa y dice en voz alta. Porque si hay algo que caracteriza a Raquel es esa lengua afilada e impulsiva que le hace soltar barbaridades por la boca como un aspersor (la chica no para de soltar tacos como un motero de Sons of Anarchy) cuando alcanza el punto de tetera en ebullición. Y Burke solo hace que esa presión aumente porque, aunque Raquel no quiera admitirlo, el granjero le da la réplica exacta a todo lo que suelta y eso la pone más de los nervios. Eso sin mencionar lo bien que le sienta ir por ahí sudando la camiseta entre fardos de paja.
En cambio, y esto es parte del encanto de la pareja que
forman los dos personajes principales aunque la narradora sea ella, Burke
enseña lo justo para resultar el tipo de tío misterioso y seguro de sí mismo, y eso es algo que me encanta en
cualquier novela con algo de romance: nada de amor a primera vista, nada
de ir declarando intenciones y sobre todo, mostrando defectos por todas
las partes implicadas. Como compensación, desde la primera escena que comparten Raquel y Burke somos testigos de las chispas, de la tensión, de la pólvora que se ha prendido y avanza página tras páginas. Todas las conversaciones que mantiene la pareja
protagonista son geniales y divertidas, llenas de sarcasmo, repletas de pullas sin maldad, interactúan entre ellos mediantes zascas simplemente
por el mero placer de quedar por encima del otro y es que solo puedo decir
que disfruto muchísimo con las parejas con esa dinámica. Es más, Raquel hace todo lo posible por
caerle mal desde el principio, así que desde luego que estamos ante un enemies to lovers por si alguien lo ponía en duda con todo lo que llevo comentado hasta ahora. En definitiva, me ha
convencido mucho muchísimo la gran evolución que experimenta la protagonista,
que pasa de Rachel a Raquel en todos los aspectos y todas las situaciones que
la ayudan a esa evolución.
En este sentido, el elenco de personajes cumple muy bien su papel alrededor de Raquel aunque les falte algo profundidad y estén algo encasillados desde un primer
momento (novio capullo, amiga ingenua, amigo insoportable, granjero buenorro,
etc) pero se compensa por el carisma que tienen todos y la mezcla tan atractiva y adorable que resultan ser cuando están juntos. Así que en realidad es muy difícil no caer en los brazos de Alicia con su carácter naíf y su personalidad aniñada, o imposible no dejarnos embaucar por el encanto torpe del bozacas de Adam. De todas formas, esa superficialidad aparente se solventará en
las demás entregas, así que podemos ver este libro como la presentación de los
secundarios que tendrán más relevancia protagónica en las demás novelas. De
hecho, a algunos no es que les falte profundidad en ese sentido, sino que yo
personalmente he echado en falta unos minutillos más de guion para ellos, como
por ejemplo me ha pasado con los gemelos Axel y Kai, que aquí pasan bastante desapercibidos. E incluso los propios Alicia y Adam merecen unas cuantas intervenciones más porque son adorables y cada vez que abren
la boca se reafirman en lo cuquis que son, pero qué poquitas escenas tienen,
leñe (de nuevo, repito, en este primer libro). En cambio, un bien merecido
protagonismo tiene el insoportable de Pol, el compañero de Raquel, que resulta ser
como su versión masculina y rematadamente gay. Un personaje necesario pero
inaguantable (sin acritud) al que, y no me cuesta nada reconocerlo, también se
le coge cariño. Por no hablar de la vaca Matilda, un pilar fundamental de la trilogía, hacedme
caso.
Por lo demás,
yo nunca he sido mucho de leer romántica a secas (siempre tiene que haber otro
subgénero para que una novela me llame la atención, como romántica histórica,
romántica fantástica…) Pero autoras como Lorena Pacheco han ido cambiando esa
perspectiva y todos los prejuicios que yo podía tener hace años hacia este
género literario. Ahora disfruto sin condiciones de historias que me emocionan,
que me hacen reír una y otra vez (en el caso de este libro, hasta tres veces) y todo se lo debo a su estilo incomparable, lleno de humor, de ironías, de
conversaciones divertidas, de situaciones surrealistas. La historia se va construyendo sola con un lenguaje directo
que fluye entre diálogos, gracias a una pluma ligera que pasa de una escena a otra con
agilidad, llevándonos de un encontronazo a otro y que nos mantiene en vilo
esperando cuál será el próximo round
entre Raquel y Burke. Por todo ello, esta novela se lee en un suspiro, el mismo con el que
nos deja al terminar, ya sea de la risa o de la emoción.
9/10
Dicho de otro modo, aquí
encontraréis la típica comedia romántica de película de sobremesa pero con el
sello inconfundible de una autora que se toma muy en serio el humor, lo que en
realidad hace de ella una historia única e inolvidable. Es increíble la capacidad que
tiene Lorena Pacheco para hacernos reír con situaciones de lo más absurdo, con
personajes pintorescos, extravagantes y entrañables, y con un sentido del humor
tan sarcástico y lleno de referencias a la cultura friki actual que la
convierte en 100% recomendable. Si lo que buscáis son historias que giren en
torno a una pareja central rodeada por buenos secundarios, con tensiones a tope
por todas partes y con un crecimiento personal y coherente bien llevado desde
el primer capítulo al último, esta novela os encantará y se quedará con
vosotros. Y estoy segura de que también se quedará su
mensaje: tu hogar está en el lugar más insospechado.
Otras novelas de la autora reseñadas en el blog
¿Habéis leído alguna otra
historia de la autora?
¿Os gustan las comedias románticas?