Autora:
Sandra Andrés Belenguer
Editorial:
Crossbooks (Grupo Planeta), 2019
Rústica
con solapas / ebook, 336 págs.
Autoconclusivo
Género: Romántica,
Contemporánea, Juvenil, Retelling
Tras la muerte de sus padres, su gran apoyo, Christine
se siente incapaz de luchar por su sueño: la música. Solo se siente libre
durante las excursiones secretas que realiza con unos amigos a los
subterráneos de París... En ese universo, alguien la ha oído cantar: un ser
oculto tras una máscara, repudiado por todos, quien, impulsado por su voz y el
deseo de romper su soledad, le ayudará desde las sombras a vencer sus miedos.
Esta ya es la cuarta novela que leo
de Sandra Andrés Belenguer y aunque hace unos cuantos años que la descubrí, he
ido leyendo lo que va publicando con mucha calma y manteniendo mis expectativas
a raya. Me gusta muchísimo su estilo narrativo y la verdad es que disfruto solo
leyendo cómo escribe sin que me importe mucho lo que cuente en cada historia. O
lo que es lo mismo, voy a seguir leyéndola porque me gusta su prosa y no le doy
tanta importancia a sus tramas, que pueden entusiasmarme más o menos. En este
caso, la novela tiene varios puntos fuertes a su favor que pueden hacer que sea
una lectura magnífica, sobre todo si nunca se ha leído nada de la autora; y a
la vez, me he encontrado con otros aspectos que ojalá hubieran sido mejores, sobre
todo porque no puedo evitar comparar con otras de las historias de una de las
autoras por las que más motivación siento a la hora de elegir lecturas.
Entrando ya en materia con Deja cantar a la muerte, la figura del
fantasma siempre ha sido una de las más enigmáticas y fascinantes que nos ha
dado la literatura y su hechizo ha traspasado las páginas en incontables
ocasiones para llegar a las pantallas y los escenarios de medio planeta, aunque
son pocos los retellings que se
conocen dentro de la propia literatura. Este es el mayor aliciente con el que
cuenta esta novela: la curiosidad por un personaje tan hipnótico como su música, tan
misterioso como su leyenda y tan cautivador como su personalidad, pese a que no
deja de ser un perturbado solitario y agresivo que causa desgracias allá por
donde pasa y rapta jovencitas cuando se obsesiona con ellas. Sí, el fantasma es
todo eso y aun así sigue encandilando por algún motivo inexplicable. O no tan inexplicable, porque
precisamente creo que ahí radica que se haya convertido en un personaje
inmortal que a día de hoy sigue siendo magnético. Quizás por eso, al elegir
esta lectura tenía una sensación contradictoria según pusiera el imán que me atrae hacia este personaje, porque no es la primera que la autora
escribe sobre El Fantasma de la Ópera
y yo ya había leído su anterior novela inspirada en este clásico, titulada El Violín Negro, que guardaba bastante
más distancia con el original que la que nos ocupa ahora. En aquella ocasión,
la primera vez que leía a Sandra Andrés, logró engancharme más porque rozaba la novela
gótica de misterio y tenía ese aire de versión libre en la que no sabía muy
bien por dónde iría la historia.
Sin embargo, en este caso, tengo que reconocer que
al estar ambientado en nuestro siglo, pensé me iba a encontrar con un clásico
modernizado, con mensajes renovados y con personajes rejuvenecidos. Aunque la
verdad es que he sentido algo de decepción porque, tal y como yo lo he sentido,
no he encontrado nada de esto por una simple razón: se parece demasiado a la
historia original incluso con sus “fallos” (contextualizados en su época, por
supuesto). Hay algunos detalles que intentan aportar un toque nuevo, como la
presencia de la abuela de Christine, un punto de vista propio para Raoul en
algunas escenas o las aventuras de los fanáticos del mundo subterráneo de París
(con toda la ingente documentación que eso conlleva) para que no se vea solo
como el hogar de Erik. También cuenta con una buena construcción psicológica de
los tres personajes principales aunque, de nuevo, sin aportar mucho más a lo
que ya conocemos y en ocasiones, puede llegar a hacerse repetitivo, como los
pensamientos recurrentes de baja autoestima que arrastra Christine o el nivel
de obsesión que siente Erik por ella y por su éxito.
Por todo ello, el nivel de detalle
con el que la autora trata de reinterpretar el clásico en realidad ha sido un hándicap que le ha impedido
convertirse en una historia propia con la que encandilarme, porque más que un retelling he tenido la sensación de
haber leído un remake, simplemente
cambiando de época e incluso forzando situaciones que hoy en día serían un
tanto sobreactuadas (como que Christine crea de verdad, pero de verdad, que existe
su ángel de la música y se enfade al comprobar que solo es un chico que nada
tiene de sobrenatural). Tanto es así que a veces resultan un poco absurdas
algunas escenas que me han hecho plantearme todo el rato en qué narices piensa
Christine para permitir que un acosador desconocido, literalmente, la acose; por
no mencionar las continuas alusiones a ángeles que parecen justificar toda esa
relación y que en el original quedaba como muy “romántico” pero que en una
actualización del clásico me saca de la trama por completo porque se me van los
ojos hacia arriba. Además, en la academia en la que se desarrolla la mayor parte de la trama se
pierde un poco el realismo de algunos encuentros entre ambos tras pasadizos
secretos y espejos de un solo sentido, que podían tener algo de verdad en la
legendaria Ópera Garnier, pero que en una escuela rodeados del resto de alumnos,
no me ha terminado de encajar del todo. Por el contrario, el ligero cambio de
actitud en el final con respecto a la obra original ha logrado que la sensación
en general fuera mejor de lo que me esperaba.
Por otra parte, la pluma de Sandra
Andrés Belenguer sigue siendo preciosa y no hay otra manera de definirla. Puede
que sea un poco demasiado recargada y con más florituras de las necesarias (en
el sentido más subjetivo de lo que es necesario o no en una narración, obviamente),
con un estilo narrativo y descriptivo propio que puede hacer que la lectura se
haga demasiado densa si no se coge el ritmo adecuadamente desde el principio y
puede que incluso en algunos pasajes me hayan sobrado párrafos enteros sin
ninguna duda. Y aun así, he seguido leyendo como hipnotizada porque la prosa,
empalagosa o no, es dulce y muy agradable a los ojos, con multitud de
metáforas, antítesis y otros recursos literarios muy bien utilizados, aunque como
digo, quizás en exceso, pero es que forma parte intrínseca de la pluma de esta
autora. Además, ha sabido plasmar muy bien la inseguridad que define y coarta
la vida de Christine, el carácter obsesivo y atormentado por su físico que es
inherente a Erik y que le empuja a comportarse como un acosador con tendencias
vengativas y, en general, ha captado a la perfección la esencia de su
relación, un tanto dependiente y enfermiza por ambas partes.
6/10
En otras palabras, una buena novela
a nivel técnico y narrativo que me ha fallado a nivel argumental porque se parece
demasiado al original y porque no arriesga un poco más para poder actualizar
también las reacciones de los personajes. Está claro que puede gustar
muchísimo, y más si se empieza a conocer a esta autora por esta novela, porque
la mejora en su calidad narrativa es palpable con respecto a novelas anteriores,
así que solo por eso merece ser recomendada al margen de gustos personales. Por
lo demás, yo tendré que elegir alguna otra de sus publicaciones para disfrutar aunque
sea un poquito más de historias que vengan directamente de su imaginación, pero
si os gusta El fantasma de la ópera, tened
claro que Sandra Andrés Belenguer es la autora que necesitáis.
Otras novelas de la autora reseñadas en el blog
¿Conocéis a la autora o sus
novelas?
¿Os gustan los retellings fieles a los originales?